DOS EXCELENTES LIBROS COMO COMPAÑEROS DE VIAJE

 

“Pensad en la frivolidad, la temeridad y la futilidad de los juicios habituales de los hombres, lo poco que se rigen por la razón en la mayoría de las cuestiones. Pues todavía es peor en cuestiones filosóficas (…) No hay mejor signo de que algo es falso que cuando las masas lo aprueban”

(Carta de David Hume a Adam Smith, recogida por D. C. Rasmussen, El infiel y el profesor, Arpa, 2018, pp. 136-137)).

 

“Por muy estricto que se sea con el derecho constitucional, las circunstancias son imperiosas, nada puede prevalecer contra ellas”

(Éric Vuillard, El orden del día, Tusquets, 2018, p. 76).

 

Viajo con mucha frecuencia por motivos profesionales. Habitualmente en tren, excepcionalmente en avión. Procuro aprovechar esas horas, a veces bastantes, en cultivar la lectura. Esta semana, en un viaje de tres días y medio, aunque el motivo del desplazamiento era profesional, me llevé dos libros. Siempre suelo ir con dos, tres o cuatro, por si acaso alguno me decepciona o no me engancha. Pero, como esta vez llevaba muchos papeles y documentos (esto es, bastante peso), también para leer o estudiar, elegí solo dos: uno de mediana extensión (300 páginas) y otro de formato breve (140 páginas).

La verdad es que pocas veces he acertado tanto. Dos libros que tienen poco o nada que ver entre sí (siempre se encuentran puntos de contacto, como se verá), pero dos auténticas joyas. Disfruto con la lectura normalmente, pues si no me estimula el libro lo abandono. En estos dos casos ha sido un auténtico gozo. El segundo de ellos lo he leído de una sentada. Nunca mejor dicho: en un vuelo.

Recomendar libros tiene sus riesgos. Como dice el refrán, sobre gustos no hay nada escrito. Y, en algún caso, me han reprobado alguna recomendación, pues quien adquirió el libro no le gustó. Por tanto, tomen lo que a continuación digo con todas las cautelas. Pero los dos libros que son objeto de esta breve entrada, me han causado hondo impacto. Es muy probable que muchas personas los conozcan y los hayan leído, pues han tenido críticas muy favorables en los medios de comunicación y en las redes sociales. En mi modesta contribución, me sumo a ellas.

El primer libro es la obra de Dennis C. Rasmussen, El infiel y el profesor. David Hume y Adam Smith: La amistad que forjó el pensamiento moderno (Arpa, 2018). Se trata de un ensayo filosófico y biográfico de dos personalidades extraordinarias del pensamiento filosófico, político y económico del siglo XVIII. Dos escoceses ilustres, que forjaron –a pesar de la diferencia relativa de edad- una férrea amistad, con un trasiego intelectual recíproco importante, aunque –como bien relata el autor- la influencia de Hume sobre el pensamiento de Smith fue en algunos momentos decisiva. Dos buenos amigos, con caracteres muy distintos. Un filósofo, pero también historiador y ensayista, como David Hume, que removió los cimientos de las conciencias y atacó con sólidos argumentos la religión, lo que le valió, entre otras cosas, que fuera una persona detestada en determinados círculos y que le cerraran completamente el paso a la vida universitaria (“el filósofo más destacado de Escocia nunca consiguió una cátedra de filosofía”). El otro, Adam Smith, un reputado Catedrático de Filosofía Moral, paraguas bajo el cual explicaba también jurisprudencia, economía política y otras muchas cosas. Hume, a diferencia de Smith, siempre anclado en el territorio (aunque también viajó por Europa estimulado por Hume), era un diletante profesional que, tanto por el éxito de sus obras (aunque de todo hubo y él mismo se quejaba amargamente del poco impacto que tuvieron la mayor parte de ellas), como por el desempeño de diferentes cargos privados y públicos, terminó acumulando una razonable fortuna. Hume, aparte de ser mayor en edad, publicó buena parte de su obra antes que la de Smith, mucho más parca (pero de enorme impacto), viera la luz. El lector interesado podrá ver en el citado libro un magnifico recorrido por las obras de ambos autores y cómo el peso de la visión de Hume terminó influyendo en algunas partes de la obra de Smith, que –salvo contribuciones menores- se limitaba a sus dos conocidas y aireadas obras. Adam Smith tenía una personalidad muy distinta a la de Hume. Este último era abierto, alegre, optimista y, en cierta medida, provocador. Su posición frente a la Iglesia era, asimismo, muy distinta: abierta confrontación en el caso de Hume, comedimiento en el caso de su amigo. Smith era mucho más prudente, circunspecto y procuraba pasar desapercibido (“si puedo evitarlo no permito nunca que mi nombre salga en los periódicos, cosa que, a mi pesar, no siempre consigo”). Sin embargo, el paso del tiempo les fue aproximando, sobre todo la muerte de Hume, pues a partir de ese momento Smith pierde los viejos miedos y se aproxima bastante a las tesis de su viejo amigo. El libro de Rasmussen es sencillamente delicioso, y gana enteros conforme avanza. Los últimos capítulos que afrontan la enfermedad y muerte de Hume, la defensa a ultranza de su figura por parte de Smith (lo que le generó enemistades por doquier en un momento trascendental de su vida) y la incorporación al final del libro de esos dos extraordinarios opúsculos como son Mi vida (de David Hume) y Carta a Straham (de Adam Smith), son un broche de oro impresionante. Si le gusta la historia, la filosofía, la política, el ensayo o la economía, y si no ha leído la obra, con toda franqueza no se la pierda.

El otro libro nada tiene que ver aparentemente. Su época es muy distinta y su enfoque también. Es una novela, que recibió el prestigioso Premio Goncourt 2017. Su autor, Éric Vuillard, el título: El orden del día (Tusquets, 2018). Una lectura apropiada para un viaje corto. En poco más de dos horas, como máximo, se lee. Impactante. Relata en tono novelístico y plagado de recursos discursivos la llegada del nazismo al poder y, sobre todo, la invasión de Austria. Pero esas son las excusas del contexto. Realmente, es un juego extraordinario de imágenes cruzadas y de personalidades discutibles que fueron los actores, principales o secundarios, de ese terrible desastre humanitario y moral que terminó siendo el régimen nazi. El inicio de la novela es muy sugerente: la entrevista de veinticuatro grandes empresarios alemanes con Adolf Hitler y su contribución “voluntaria” a su campaña electoral. El final aterrador: cómo buena parte de esas empresas habían utilizado mano de obra “barata” procedente de los campos de concentración y cómo la práctica totalidad de esos “trabajadores-reclusos” eran brutalmente explotados en condiciones de absoluta indignidad hasta su propia muerte. Hume fue un defensor del libre mercado, precursor de Smith en estos temas, pero este último ya advirtió de los “daños colaterales” que la sobre la dignidad de los trabajadores podría causar el capitalismo. En cualquier caso, ninguno de los dos pudo atisbar ni de lejos el derrumbe moral que significó el nazismo. La cara más negra de la vileza moral, pero también del capitalismo sin escrúpulos, se mostró entonces. Pero si ese principio y final de la obra es excelente, tanto igual o mejor es el intermedio. La narración del triste y deplorable papel de Schuschnigg, el autoritario canciller austriaco que quiso dar lecciones de Derecho Constitucional a Hitler, el patético episodio (pese a la “máquina de la propaganda”) de la invasión de Austria por las tropas nazis, así como la idas y venidas del foco de la novela desde 1938 al juicio de Nuremberg, relatando el papel de Ribbentrop, Göring y otros, configuran un discurso narrativo ágil, ameno y lleno de innumerables sorpresas. Personalmente, tal vez por mi querencia hacia la historia y el ensayo, esta novela es de lo mejor que he leído últimamente. No creo que les defraude, sino todo lo contrario. Una buena compañera de viaje.

También de vez en cuando este Blog debe abandonar los temas profesionalmente prosaicos o el pantano en el que nuestro sistema institucional está inmerso y estimular la lectura, pues de textos como los citados se aprende mucho. También quienes ejercen el poder o quieren ejercerlo pueden extraer lecciones importantes de tales libros. Espero que aquellas personas que no hayan leído ambas obras y se adentren en sus páginas disfruten tanto como lo ha hecho quien elabora este breve comentario. Puede ser cosa de la edad, pues como bien dijo Hume: “Considero que una lumbre y un libro son lo que mejor conviene a mi edad y a mi disposición”. Sobre todo –añado- si son libros como estos.

Un comentario

  1. Gracias Rafa, muy bueno.

    Ya tengo El Infiel y el Profesor. Ahora estoy acabando El Coraje de Existir de Paul Tillich (filosofía y teología), muy interesante, y duro. Es para que mi cabeza no pierda entrenamiento, y porque siempre me ha interesado el origen de la Reforma.

    Salud,

    Mikel

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