“Es inútil sembrar en la arena”
«La cortesía es una buena regla de política; son éstas dos palabras que guardan parentesco. Quién es cortés es político»
(Alain, Sobre la felicidad, Hermida Editores, 2016, pp. 172 y 179, respectivamente).
Cuando en estos momentos el (deplorable y cansino) debate de la (mala) política todo lo anega, tal vez sea oportuno hablar de otra cosa: desconectar la radio y la televisión, no leer la prensa ni los mensajes en las redes, dejar que hablen solos y para ellos, pues es lo que realmente les gusta a los comediantes de la escena política actual.
Quien utiliza la descalificación y la descortesía nunca puede ser un político ni bueno ni malo, tal como reconoce Alain. Es un mediocre subido en un púlpito al que escuchan fieles sin criterio. Parece que los programas de «política espectáculo» y las somnolientas y reiterativas tertulias que tanto alimentan esa desviación de políticos vacuos, pierden cuota. Buena señal. Hay gente inteligente entre el demos. Aunque no salga «en los medios» ni aparezca en «las redes». A palabras necias, oídos sordos.
Más interés tiene, sin duda, ocuparse de la filosofía, esa materia que se ha reducido a su mínima expresión en los estudios de bachillerato por la (enésima) reforma legal de un país que teje y desteje su sistema educativo ante la indiferencia de una sociedad y de una clase política que, por lo común (hay dignas excepciones), poco lee. Menos aún filosofía. La respuesta social y política ante tal desmán de la reforma en este punto ha sido inapreciable. Un país protesta frente a lo que le preocupa. No parece ser el caso.
En realidad, da la impresión de que a ninguno le preocupa lo más mínimo que la ciudadanía del futuro sea un conglomerado amorfo de nativos digitales plurilingües incapaces realmente de entender nada sobre la vida en la que están ni la que les espera. Tal vez la estrategia real del poder sea producir semejante estulticia moral colectiva. Nada es descartable. Volveré sobre este tema cuando acabe el curso académico, pues tengo anécdotas impagables.
En este modesto comentario solo pretendo poner en valor la filosofía a través de un libro recientemente traducido y publicado en España, aunque la obra fue editada en francés en 1926, hace noventa años. Se trata del libro de Alain que se cita al inicio. Un magnífico ejemplo de cómo un libro de filosofía de 180 páginas, puede ser una excelente y útil guía personal o (perdón por el uso de este término) de «autoayuda», que borre de un plumazo esas estanterías llenas de libros-basura que tanto abundan en las librerías comerciales y de aeropuertos o estaciones de tren. Podría también haber recomendado el excelente libro de La utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine (El Acantilado), también de imprescindible lectura. Pero tiene más tiempo en el mercado. Y ya se sabe, prima «lo útimo», que en este caso no lo es.
La obra de Alain fue traducida en 1966 y ha sido ahora editada de nuevo por otra casa editorial. No había leído ese libro de Alianza ya descatalogado. En mi caso, tenía noticia de la existencia del Alain a través de las diferentes obras de este estimulante filósofo contemporáneo francés que es André Compte-Sponville. Y no es extraño el recurso que este autor hace constantemente de su obra, pues ambos se inspiran una y otra vez en Spinoza (particularmente en su Étca) y en su planteamiento dicotómico entre alegría y tristeza, así como en el impulso (por lo común hacia ninguna parte) que implican el deseo y la esperanza. También la pasión.
Este libro de Alain es, en efecto, una guía excepcional para intentar sobrellevar en la vida cotidiana muchas de las circunstancias que la hacen especialmente difícil o cuesta arriba (por ejemplo, la enfermedad, el temor a la muerte, etc.) u otras que se enmarcan en nuestra vida cotidiana (el amor, la familia, el trabajo, la acción, el poder, los viajes, incluso el insomnio). Un auténtico tratado de filosofía práctica. Escrito como artículos breves, con una secuencia temporal alterna, sus reflexiones son estimulantes, sugerentes y frescas, a pesar de haber sido formuladas hace casi un siglo. Son, la mayor parte de ellas, propias también de nuestro tiempo. Veamos algunos ejemplos, tal vez poco representativos del conjunto, pero algo ilustrativos de la impronta «spinoziana» del autor y de lo que aquel propone:
Sobre el miedo, percepción que nos pretenden extender por doquier:
- «Cuando un hombre tiene miedo, la cólera no anda lejos; la irritación sigue a la excitación».
- «Tememos más que sufrimos».
- «En el mundo solo el peligro real cura el miedo»
- «Creo que en el miedo no hay más que una agitación sin resultado y que la meditación aumenta siempre el miedo»
- «El miedo nos hace caer en la desgracia que esperamos»
Sobre las pasiones, motor de tantos desmanes:
- «No es el pensamiento el que nos libera de las pasiones, sino más bien la acción».
- «En los momentos de ansiedad, no tratéis de razonar, pues vuestro razonamiento se volverá contra vosotros mismos; es mejor que intentéis hacer esas elevaciones y flexiones de brazos (…) El profesor de filosofía os envía al profesor de gimnasia».
- «Pero los hombres, cuando dominan las pasiones, son de una candidez asombrosa».
- «Esa es la trampa que nos tienden las pasiones. El hombre que es presa de la cólera dramatiza para sí mismo»
Sobre la importancia de la cortesía en las relaciones humanas, algo que cada vez cuesta más encontrar en nuestra despersonalizada o competitiva sociedad y más en la política. Con efectos letales sobre uno mismo, como se verá.
- «Es preciso representarse el estado de salud más que el de la enfermedad (…) los gestos de la cortesía y de la benevolencia se relacionan con la salud».
- «La mayoría de nuestras enfermedades emanan de un olvido de la cortesía, esto es, de una violencia del cuerpo humano sobre sí mismo»
- «Sonreír y encogerse de hombros son remedios conocidos contra las preocupaciones»
- «Nosotros -dicen los estoicos- no tenemos que soportar más que el presente. Ni el pasado ni el futuro pueden agobiarnos, pues el uno no existe ya y el otro no existe todavía. Y es verdad. El pasado y el futuro no existen más que cuando pensamos en ellos».
- «Todo lo que revela brutalidad o arrebato es descortés (…) La amabilidad deliberada tampoco es cortesía, ni la adulación calculada (…) La cortesía es, pues, hábito y naturalidad»
- «De este modo concibo yo la cortesía: como una gimnasia para las pasiones»
Sobre el ensimismamiento, mal de una sociedad que ha hecho del narcisismo su razón de ser:
- «En una palabra, el peor enemigo que un hombre puede tener en este mundo es él mismo»
- «Estamos demasiado próximos a nosotros mismos y no es fácil tener una buena perspectiva de sí, una perspectiva que respete la verdadera proporción»
Sobre los amigos y enemigos, tema clásico en la filosofía (por ejemplo, en Plutarco):
- «Comúnmente todo el mundo cree que tiene enemigos, y se equivoca. Los hombres no tienen tanta perseverancia, pero es corriente que se cultive a los enemigos con mayor frecuencia que a los amigos (…) Un hombre no tiene más enemigo que él mismo».
Sobre la alegría y la tristeza, fuente real de todo lo que nos sucede.
- «En mi conclusión, la alegría carece de autoridad porque es joven y la tristeza ocupa un trono demasiado respetado»
- «Esa tristeza que nace de la contemplación del pasado no sirve para nada y hasta es altamente nociva, porque nos hace reflexionar en vano y buscar en vano»
- «Como decía Montesquieu: Jamás he tenido pena alguna que no haya disipado una hora de lectura. Es evidente que si se lee de verdad se estará en lo que se lee»
- «La tristeza engendra tristeza»
- «Si por casualidad yo tuviera que escribir un tratado de moral, pondría el buen humor en cabeza de todos los deberes».
- «La alegría hace más en favor del cuerpo que el más hábil médico».
Y el libro se cierra con unas penetrantes reflexiones en torno a la felicidad, algunas ya recogidas («contra la enfermedad, la felicidad es la mejor arma») y otras nuevas: «La felicidad no es un objeto expuesto en un escaparate, que uno puede escoger, pagar y llevárselo» o “hay que querer ser feliz y hacer por serlo”. Problema de actitud. La idea de felicidad «en acto» propia de Compte-Sponville, encuentra también sus raíces en el propio Alain: «La felicidad solo es felicidad cuando la poseéis». Nada más cierto. Y, en fin, la penúltima sentencia: «La felicidad es una recompensa que viene a recaer en quienes no la buscan».
Una selección tal como decía aleatoria de citas y reflexiones de este autor de un contenido mucho más rico en matices, pero que solo pretenden «abrir boca» y poner en valor la filosofía, también la contemporánea. En efecto, el libro da mucho más de sí. Como dice Alain, «saber leer es casi todo». También filosofía. Aunque ahora se escatime a las generaciones futuras. No será sin consecuencias. Ninguna buena.